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del Reyno de Chile
cansados y heridos, se separaron de comun acuerdo, y volvieron á las acostumbradas escaramuzas.
El sitio de la Imperial se proseguia con gran vigor. Caupolican habia dado algunos asaltos, esperando ser socorrido de los auxîliares de los Españoles, á los quales, sin mirar la desgracia de su padre, solicitaba por medio de Tulcomaru, y de Torquin. Pero estos dos emisarios, habiendo sido descubiertos, fueron empalados á la vista del exército Araucano, al qual no cesaron de recomendar la defensa de la patria, hasta que dieron el último suspiro. Ciento y veinte auxîliares ahorcados en las Almenas de los muros quitaron la gana á los demas de favorecer la empresa de sus compatriotas.
Sin embargo el General Araucano, deseoso de señalarse con la expugnacion de una plaza sitiada dos veces en vano por su padre, le dió otro asalto mas terrible que los pasados, en el qual se expuso al mas manifiesto peligro de perder la vida. Escaló en persona algunas veces el muro, y llegó tambien aquella noche á internarse dentro de la ciudad, seguido de Tucapel, y de otros valientes jóvenes: pero rechazado por Don Garcia, que como cuerdo Comandante acudia á todas partes, se retiró siempre combatiendo á un baluarte, desde donde cubierto de sangre enemiga mas quede
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