otros Caupolicanes, quizá mas afortunados que yo. Al contrario, si quisieses dexarme la vida, yo podré con la grande autoridad que tengo en todo el pais, ser útil á los intereses de vuestro Soberano, y á la propagacion de vuestro culto, que por lo que dices, es el único fin de esta desgraciada guerra. Pero si finalmente estais decidido en matarme, enviadme á España, donde, siempre que vuestro Rey juzgue por conveniente el condenarme, acabaré mis dias sin causar disturbios en mi patria."
El desgraciado General se fatigaba en vano. Reynoso, cuyo nombre se ha hecho detestable, no solo entre los Araucanos, pero aun entre los mismos Españoles, que siempre han censurando su conducta como contraria á los principios de generosidad, tan propia de la nacion, se mantuvo inflexîble en medio de tales expresiones, y mandó que fuese prontamente executada la sentencia. Un Sacerdote llamado para catequizar el prisionero, pretendió haberlo convertido, y se apresuró á administrarle el Bautismo.
Acabada esta ceremonia, fué conducido entre un gran tropel de gente, á un tablado elevado, donde habiendo visto el instrumento del suplicio, que no comprehendió al principio, y un negro destinado para executarlo, quedo tan irritado, que de un furioso puntapié echó