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Compendio de la Historia civil

ra sido suficiente para hacerlos caminar adelante, si Don Garcia no los hubiese incesantemente sostenido con la lisonjera esperanza de llegar dentro de poco á la feliz comarca que les habia prometido.

Habiendo superado finalmente todos los obstáculos, llegaron á descubrir desde la cima de un alto monte el grande Archipielago de Ancud, nombrado mas comunmente de Chiloe, cuyos canales estaban surcados de una infinidad de barquillos que navegaban á vela y remo. Este inesperado prospecto los colmó de alegria: molestados ya muchos dias de la hambre corrieron hacia la ribera, y tuvieron bien presto el contento de ver acercarse una barca montada de quince personas decentemente vestidas, las quales, saltando sin miedo en tierra, y saludando con gran cordialidad, les preguntaron quienes eran, donde iban, y si tenian necesidad de alguna cosa. Los Españoles pidieron víveres. El Capitan de aquella buena gente hizo luego sacar todas las provisiones que llevaba sobre la barca, y sin querer admitir la menor paga, se las distribuyó amigablemente, prometiendo hacerlas venir en mayor copia de las Islas circunvecinas.

En efecto apenas los hambrientos aventureros se habian acampado, quando arribaron de todas partes piraguas cargadas de maiz, de frutas, y de peces, que fueron del mismo mo-
do