drones, que al primer lance los ponen en derota, haciendo pedazos á los Españoles y auxîliares, de tal modo, que de todo aquel exército no quedan mas que dos Promaucaes, los quales tienen la fortuna de poderse esconder en un bosque vecino.
El General Español, perdida toda esperanza, se habia retirado al principio del estrago, con su Capellan, para prepararse á la muerse; pero seguido, y preso por los vencedores, fué conducido á la presencia de Caupolican, á el qual, en demostracion conveniente á su actual situacion, pidió en gracia la vida, implorando la intercesion de Lautaro, y prometiendo con repetidos juramentos partirse de Chile con toda su gente.
El Comandante Araucano, naturalmente generoso, y rogado de Lautaro, estaba ya dispuesto á hacerle la gracia. Pero entretanto que se trataba de esto, un viejo Ulmen, de gran autoridad en el pais, encolerizado de oir hablar de perdon, despedazo con un furioso golpe de maza, la cabeza al infeliz prisionero, diciendo ser locura creer á un enemigo ambicioso, el qual, escapado que fuese de aquella crítica coyuntura, se burlaria de sus juramentos y de la estupidez de ellos. Caupolican hubiera castigado severamente este atentado, si la mayor parte de los Oficiales no se hubiese opuesto á su justo resentimiento.