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Compendio de la Historia civil
ga en la continuacion de ella. Los casados tienen allí las mismas mugeres, pero estas no paren, porque aquella feliz morada no puede ser habitada sino de los muertos. A mas de que para la generacion se requiere el cuerpo, pero aquella encantada region no sufre cuerpos terrestres; todo debe ser espiritual, ó análogo á el espíritu.
Así como, segun ellos dicen, las almas, á pesar de su nuevo estado de vida, no se despojan de sus primitivos afectos, así quando vuelven á pasar entre nosotros, lo que hacen muy amenudo, se baten furiosamente con las almas de sus enemigos, cada vez que las encuentran por el ayre, de cuyos combates tienen origen las tempestades, los truenos, y los rayos. No sucede algun temporal sobre los Andes, ó en el mar, que no se imaginen aquellos nacionales ver en la tormenta una formal batalla entre las almas de sus compatriotas, y las de los Españoles. Dicen que el ruido de las nubes es el pisar de los caballos; el retumbo de los truenos, el de los tambores; y el estruendo de los rayos, el estrepito de la artillería. Si la tempestad se dirixe hácia el territorio Español, afirman que sus espíritus ponen en fuga á los espíritus Españoles, y como triunfantes gritan: inavimën, inavimën, puen, laguvimën. Seguidles, seguidles, amigos, matadlos. Si sucede, pues, al contrario, se entristecen grande-men-