chos prisioneros en alta mar, á llevar armas contra, su pais, y á hacerse los verdug-os de sus amigos y hermanos, ó á ser muertos por ellos.
El ha escitado insurrecciones domésticas entre nosotros, y ha procurado irritar contra nosotros á los habitantes de nuestras fronteras, los indios feroces y salvages, cuyo método conocido de hacer la guerra, es una destruccion de todas las edades, sexos y condiciones, indistintamente.
A cada grado de estas opresiones hemos suplicado por la reforma en los términos mas humildes, y nuestras súplicas han sido contestadas solamente con repetidas injurias. Un príncipe cuyo carácter está así marcado por todos los actos que pueden definir á un tirano, no es apto para ser el gobernador de un pueblo libre.
Tampoco hemos faltado á la atencion con nuestros hermanos los ingleses. Nosotros les hemos advertido de tiempo en tiempo el atentado cometido por su legislatura, en estender una ilegitima jurisdiccion sobre nosotros. Nosotros les hemos recordado las circunstancias de nuestra emigracion y establecimiento aquí. Nosotros hemos apelado á su natural justicia y maguanimidad, y les hemos conjurado por los vínculos de nuestro orígen común á renunciar estas usurpaciones, que inevitablemente interrumpirían nuestras conexiones y correspondencia. Ellos han sido también sordos á la voz de la justicia y consanguinidad. Nosotros debemos, por tanto, someternos á la necesidad que anuncia nuestra separacion, y mirarlos como miramos al resto del género humano: enemigos en la guerra y amigos en la paz.