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ro por los libros de la administracion de dichas rentas, se vé que el año de 1687 fué nombrado por el V. S. Dean y Cabildo, Mayordomo de la Cofradía de Nuestra Señora de la Asuncion y del Socorro, el Br. Nicolás Diaz; y en esta virtud el dia 6 de Marzo del mismo año, recibió por inventario los bienes de dichas imágenes. El año de 1696 ya era administrador el Br. D. Francisco Vindel de Rivera; pues en Cabildo de 30 de Octubre del espresado año, se presentó pidiendo los cincuenta pesos con que esta Ciudad concurría para la fiesta del Patrocinio, y este año los redujeron á 40. Este administrador hizo de plata el trono de Nuestra Señora.[1] Por muerte del P. Rivera, entró en esta administracion, el año de 1731, el Br. D. Gregorio Retana, Clérigo de las primeras familias de la Ciudad, y de grueso caudal, con el que pudo dar desahogo á su devocion. Este eclesiástico, viéndose encargado de promover los cultos de la milagrosa Imagen de Nuestra Señora del Socorro, aunque la capilla en que estaba colocada era decente, no teniendo mas que un vernegal, ni cosa que la hiciera superior á las otras, le pareció poca concha para tan gran perla. En efecto, haciendo paso por una capilla abierta, que lo daba á la sala capitular, y era la primera del lado derecho, antes de la de San Pedro, levantó hacia el norte un hermoso crucero, con un cimborrio de ocho ventanas, que daba á


  1. Aseguran personas ancianas y fidedignas, que este P. Rivera refería un prodigio, obrado por Nuestra Señora del Socorro, de que él mismo fué testigo; pues yendo muy de mañana á decir Misa en el Altar de Nuestra Señora, se halló con un hombre en el mismo trono de la Santa Imagen: era este un ladrón, que queriendo robar una lagartija de oro y esmeraldas que tenía la Señora, este animalito, como si fuera vivo, aprehendió la mano del ladrón, y lo tuvo preso hasta que el P. Rivera hizo oracion por él. Mas este buen Sacerdote no cuidó de llamar testigos con quienes se pudiese autenticar este milagro, quedándose un portendo de este tamaño, sin mas probanza ni testimonio que el dicho del P. Rivera. Pero, no obstante esto, la lagartija se conserva con todo cuidado, y se le pone á Nuestra Señora en el vestido.