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con la circunstancia, que donde corre mas rápido este rio, se hace mas pronto la transformación y la piedra es mas lustrosa que en las partes por donde camina con lentitud. Y también es de advertir que convertido el vejetal en piedra, conserva la misma testura de sus libras y porosidad de su materia.

En el valle de Sacatepequez, cerca del pueblo de S. Pedro, por los años de 1681, se encontró una mina de rubíes: fué el caso que siendo Cura Vicario de este pueblo el P. M. Fr. Francisco de Paz y Quiñones, del Orden de Santo Domingo, salió una tarde por divertirse, y se encaminó á una quebrada inmediata al pueblo, por donde corre un cristalino arroyo: aquí advirtió que en el paredón de la madre de aquel rio, se descubría una vela de barro blanco, con petanques negros y rojos, y movido de la hermosura del matiz, viveza de sus colores y reflejos de las menudas marquesillas, mandó sacar una porción de aquella tierra; que llevada á Guatemala, la entregó al Licenciado Cristóval Martin, hombre inteligente en metales: este, habiendo beneficiado aquel metal, que pesaba tres libras, cuando volvió el Religioso, le entregó un grano de plata copeya, muy lustrosa. de poco mas de media ochava de peso y siete rubíes del tamaño de una lenteja. Y asegura el cronista Fuentes (tomo 1º libro 13 capítulo 1º) que tuvo en sus manos todo lo dicho, y atestigua con otros sujetos que lo vieron y vivian cuando él escribió. Pero á pocos días de este descubrimiento eligieron Prior del Convento de Guatemala al citado Religioso; por lo que tuvo que ausentarse del pueblo de San Pedro Sacatepequez y se quedó la mina en este estado.

Muchas cosas notables pudiéramos referir de las producciones naturales que se encuentran en estas cinco provincias, de que tratamos en el presente capitulo, ya del género animal, ya del vejetal; pero muchas de ellas son generalmente sabidas para los de la tierra, y por lo que mira á las personas de otros paises, estas pueden ver la descripción de las mas en el Vocabulario de las voces provinciales de la América, de Don Antonio de Alcedo. Pero no podemos pasar en silencio el Chapulí