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Ulloa y Antón de Morales, con 60 caballos, 80 arcabuceros, 150 Tlaxealtecos, 400 Mejicanos y 100 indios de Sacatepequez, que no habiendo entrado en la conjuración, se vinieron con los del presidio; que por todos componían un ejército de 700 hombres, divididos en ocho compañias, cuyos Cabos eran los Capitanes arriba mencionados. Al sétimo dia después de su levantamiento llegó al pais sublevado el ejército español y alojó en un pequeño valle: desde este sitio envió Don Pedro Portocarrero la caballería que regia Hernando de Chaves á que esplorase la tierra del enemigo y tomase lengua del estado de los rebeldes: volvió á breve rato este Capitán con dos prisioneros del pueblecillo de Ucubil, (que hoy no se encuentra el menor vestigio de él): estos dijeron que ellos estaban de paz y que aun en el pueblo de Sacatepequez había muchos indios de parte de los Castellanos; pero que los de este bando, no pudiendo resistir a los rebeldes que había dos dias les hacían cruda guerra, se habían salido del pueblo y retirado á las barrancas y rancherías de las milpas. También dieron noticia que al Español y Tlaxcaltecos que hicieron prisioneros los habían sacrificado á su idolo Camanelon.

Exasperado el Teniente General con esta noticia, tomó la marcha para el espresado pueblo de Ucubil, y habien hecho embajada á los amigos Sacatepequez que andaban por las milpas, se le juntaron allí hasta 800 hombres, conducidos por un indio principal llamado Huehuexuc, con los que ascendió el número de nuestros soldados á 1590 y se nombraron otros cuatro Cabos Españoles para que gobernasen las compañías de los Sacatepequez amigos: estos fueron Juan Rezino, Sancho de Baraona, Juan de Verastigui y Andrés Lazo. Con este ejército pasó Don Pedro Portocarrero á alojar á una legua del pueblo rebelado y les hizo embajada convidándolos con la paz, una, dos y tres veces; pero estos obstinados, lejos de acceder á las proposiciones amigables que les hacían, mandaron prender á los mensageros que tuvieron que salir á todo correr de los caballos, para no ser víctimas de sus crueles enemigos. Levantóse el ejército de aquel sitio y dirigió su marcha á una colina que domi-