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sejeros hicieron una solemne embajada á Don Pedro de Alvarado, enviándole un presente de oro, pidiéndole perdón de lo pasado, ofreciéndose por vasallos del Rey de España y suplicándole pasase á su corte de Utatlan, en donde con las comodidades que esta ciudad ofrecía, pudiese descansar de los trabajos pasados y en donde Chignaviucelut lo esperaba para servirlo y regalarlo. Don Pedro de Alvarado, que no anhelaba otra cosa, que cimentar la paz, los recibió con mucho agrado y prometiéndoles pasar a la córte de Utatlan, los despidió agasajados y satisfechos con ciertas bugerías y cosas de Castilla, de mucha estima para los indios. El dia siguiente tomó Alvarado la marcha para Utatlan: iba todo el ejército alegre y gozoso, imaginando que las demostraciones de los Quichées eran sinceras y creyendo terminada la guerra. Pero cuando entraron en Utatlan y vieron la fortaleza de aquella plaza bien murada, cercada de una barranca, sin mas que dos entradas, á la una se ascendía por veinticinco escalones y á la otra se entraba por una calzada, tan estrecha la una como la otra: que las calles de aquella ciudad eran en estremo angostas y la caseria muy apinada; y advirtiendo también que en toda ella no se veían niños ni mugeres y que los indios andaban turbados, comenzaron los soldados á recelar alguna traición. Confirmaronlos en sus sospechas los indios de Quezaltenango, que habían ido con el ejército, porque les avisaron que para aquella noche tenían dispuesto los de Utatlan quemar á los Españoles: que con este designio tenían copia de gente escondida en las barrancas, para que en viendo arder las casas, acudiesen á juntarse con los de Utatlan y todos unidos caer sobre los Castellanos que pudiesen escapar del incendio: con estas noticias, observando los nuestros con mayor cuidado á los utatlecos, advirtieron que en sus casas no se veia prevención de víveres y sí mucha de raja y broza. No dudando ya Don Pedro de Alvarado de la verdad de la denuncia, hizo junta militar, en que advirtió á los Cabos la gravedad del riesgo en que se hallaban y cuanto importaba acelerar la salida de aquella córte, y marchando en buen orden salieron á una llanura, dando por pretesto al Rey Chig-