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lahuh estaban en los montes por miedo de los Españoles: y habiéndolos llamado de paz, vinieron muchos y comenzaron á servir con fidelidad en nuestro ejército. A este tiempo se tuvo noticia de que todo el poder de aquellos pueblos venia en grandes tropas contra los Españoles, y que el primer tercio de los indios traia dos Xiquipiles, que son 16,000 hombres: salió nuestro ejército con gran celeridad y bizarría y eligió un sitio llano, sin embarazo ni impedimento de padrasto, y divididos los 155 caballos en dos tropas, encomendó Don Pedro de Alvarado la una al cuidado do Don Pedro Portocarrero y la otra al de Hernando de Chaves y dejó al suyo propio el gobierno de la infantería que presidia montado en un caballo. Venia el ejército de los indios capitaneado por su Rey Tecum Umam, dividido en dos copiosísimos trozos: mas apenas se afrontaron los dos ejércitos, cuando se trabaron dos ferocísimos combates, en que atrepellando la caballería á los indios de uno de los dos tercios, los obligó á abandonar el sitio y acojerse al favor del otro escuadrón, que aun batallaba con nuestra infantería: vista la fuga de los indios del referido trozo, pasaron los Capitanes de la caballería á incorporarse á su General, que hasta entonces con tropillas de pocos infantes habia entretenido al Rey Tecum Umam: acometió éste con denuedo á Don Pedro de Alvarado y le hirió el caballo; pero este valeroso campeón montando en otro, continuó la batalla: envistióle segunda y tercera vez el referido Rey del Quiche, en la que hiriéndole Don Pedro con la lanza, cayó muerto. Llenos de rabia y furor los soldados de Utatlan por la muerte de su Monarca, asombraron el sol con vara, flecha y piedra que dispararon contra el ejércilo español; mas éste, acometiendo en batallón cerrado al de los indios, los puso en precipitada fuga, quedando dueños del campo los Castellanos.

Desesperando ya los indios de resistirá los Españoles y vencerlos á fuerza de armas, recurrieron á la alevosía y traición: esta fué la resolución que tomaron en consejo de guerra, que á este efecto tuvo en su córte de Utatlan el Rey Chignaviucelut, hijo de Tecum-Umam. Para poner en práctica su designio el referido Rey y sus con-