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de sirviente del Colegio Seminario de esta ciudad: ya se deja ver las inmensas mortificaciones que tendría que sufrir en este ejercicio un joven bien nacido: ya en el Colegio, tolerando las burlas, improperios y malos tratamientos que le hacian los colegiales; ya fuera, teniendo que ir á la plaza á comprar verduras y otros menesteres de cocina; pero todo se le hacía suave con la esperanza de consegir la conversión de los infieles, deseo que había encendido en su pecho el Espíritu Santo, y este mismo Espíritu lo condujo á la Religión de San Francisco, en la que fué un modelo de todas las virtudes desempeñando con el mayor esmero, los empleos que le confió la obediencia. Pero en todas partes se hallaba el corazón de Fr. Cristóval, inquieto y como fuera de su centro, mientras no se viese en la Taguzgalpa, instruyendo, catequizando y bautizando Jicaques: estos deseos lo consumían y devoraban continuamente, hasta que no pudiendo ya contenerlos en su pecho, hubo de manifestarlos á su Provincial, pidiéndole al mismo tiempo permiso, para ponerlos en ejecución. Hizo el Prelado las pruebas que le dictó su prudencia de la vocación del P. Martínez, y convencido asi de la lejitimidad de esta, como de la idoneidad del sugeto para el empleo, le dio la licencia por que tanto anhelaba. Pero todavía quiso el Eterno acrisolar la caridad de su siervo y que á fuerza de trabajos y dilaciones se puliesen las piedras que habían de adornar la corona de este invicto campeón, disponiendo que una y otra vez saliese para la Taguzgalpa, y no pudiendo arribar á sus costas, impelido el barco de contrarios vientos, en ambas ocasiones se viese precisado á volver á Guatemala.

No por esto desistió de su empresa el fortísimo Fr. Cristóval: reiteró sus instancias con su Prelado, para que le permitiese volver por tercera vez á intentar la entrada á los infieles por el cabo de Gracias á Dios. Hubo variedad de pareceres acerca de este viage; pero convencido el P. Provincial de las razones que el P. Fr. Critóval le propuso en un escrito, que de orden del mismo Prelado formó y podrá ver el curioso en la crónica del P. Vázquez, le dio su paternal bendición y