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los Españoles y querían ser cristianos, mas los aparatos que se veian, asi en los indios de la laguna, como en los de las orillas, todos eran de guerra: por lo cual los Capitanes y Cabos militares, juzgaban que todas estas señales de paz eran otras tantas simulaciones y alevosías, y que por tanto se les debia declarar la guerra y entrar a sangre y fuego en sus tierras y castigar sus traiciones y muertes alevosas que habían hecho. Pero el General Urzúa, firme siempre en procurar la paz por todas vias, publicó bando, en que manda que ningún Cabo ni soldado se atreva á declarar guerra contra ningún indio, pena de la vida.

Concluidas las naves, se embarcaron el General Don Martin de Urzúa con 108 soldados Españoles, Don Juan Pacheco, Vicario eclesiástico, con su Teniente: dejando guarnecido el real á la orilla de la laguna con dos piezas de artillería, dos pedreros, ocho esmeriles, 127 soldados y muchos indios de guerra, á cargo del Teniente Juan Francisco Cortes. Al salir el sol ya iba caminando la galeota para el gran Peten; y ahora mas claro que nunca se conoció ser fingidas las propuestas de paz que hacían los Itzaex: vióse toda la laguna llena de canoas, que fueron cercando la galeota y cuando se hallaron á tiro, comenzaron con gran furia á disparar sus flechas: divisóse también toda la isla fortificada y cubierta toda de gente armada. Eran tantas las flechas que disparaban los infieles, que se tuvo á milagro el que no acabasen con los nuestros: solo dos soldados fueron heridos, y exasperado el uno con lo grave del dolor, sin acordarse de las órdenes del General, disparó el arma que traia, y haciendo los otros lo mismo, sin que bastase nadie á detenerlos, se rompió la guerra: arribó á la isla la galeota y saltando en tierra los soldados, continuaron sus descargas con grandísimo estruendo de la arcabucería, lo que causó tal terror en los indios, que los puso en precipitada fuga; y asi los de la isla, como los de las canoas, se echaron al agua, en tal grado, que desde la isla hasta la tierra firme no se veía otra cosa, que cabezas de indios que iban nadando. Entraron los nuestros en la isla ó gran ciudad de Tayasal y la hallaron desier-