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dia en andar solas dos leguas; pero, sin embargo de las dificultades que se ofrecían en tan penoso viage, logra- ron á la tercera noche acampar muy inmediatos al gran pueblo de Escuintepeque y sin ser sentidos de sus moradores. Estaba la noche muy oscura y lluviosa y cuando se hallaban los escuintecos mas descuidados y en profundo sueño, oyeron por tres diversos rumbos que les tocaban al arma: aturdidos con tan inopinado suceso, muchos de ellos huyeron á los montes, mas los indios principales y cabezas de Calpules se refugiaron á unas casas fuertes, donde se atrincheraron y defendieron por largo tiempo, hiriendo á algunos Españoles y matando muchos de los indios amigos. Viendo Don Pedro de Alvarado que ya iban cinco horas de combate y no se rendían, puso fuego al pueblo por varias partes, y no bastando esto para que se entregasen, hizo intimar al Cacique principal, que si no daban la obediencia al Señor Emperador Carlos V, talaría y destruiría sus sementeras y plantíos de cacao. Con esta amenaza se rendieron y juraron obediencia al referido Emperador, Rey de España. Mantúvose Alvarado en el pueblo de Escuintla algunos días, haciendo que los indios principales redujesen á su suelo a los que andaban dispersos por los montes y reparasen los daños que el fuego habia causado. Y en este tiempo vinieron á reconocer á Don Pedro de Alvarado y darse por vasallos del Rey de España, algunos pueblos de aquella gran comarca, entonces mucho mas poblada y floreciente que en el dia.

Ocho días gastó Alvarado en estas funciones y después salió el ejército de Escuintepeque á continuar su jornada. Componíase éste de 250 infantes Españoles, 400 caballos, 6,000 indios amigos de las cuatro naciones Guatemalteca, Tlaxcalteca, Mejicana y Choluteca. El primer tropiezo que detuvo la marcha al ejército Español, fué el rio de Michatoyat; mas este, aunque con trabajo, se superó, formando un puente de madera. Pasado el rio, tuvo que combatir con una gruesa tropa de indios del numeroso pueblo de Atiquipaque: trabóse reñida batalla, en la cual uno de los Capitanes hirió con una lanza el caballo de Don Pedro de Alvarado, que desmontado peleó con él,