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tierra hasta el Cielo y que en este lugar se le dio á cada pueblo su diferente idioma: dice también que Votán fué el primer hombre que envió Dios a dividir y repartir estas tierras de las Indias: añade que estuvo el referido Votán en Huehueta, pueblo de Soconusco, y alli puso dantas y un tesoro: este tesoro descubrió el citado Señor Núñez en una cueva, y consistía eu unas tinajas, donde estaban grabadas la figuras de los antiguos indios gentiles. Si damos crédito á estos manuscritos, es necesario decir que estas tierras se poblaron muy poco tiempo después del diluvio universal, pues Votan, que se halló en Babilonia cuando se edificó la Torre y dividió Dios las lenguas, fué uno de los pobladores de las Indias: también habremos de decir, que las lenguas de estas provincias son de las primitivas en que dividía Dios el idioma de los Patriarcas antediluvianos: igualmente nos vemos precisados á afirmar, que los primeros pobladores de la América no pasaron á ella por el estrecho de Anian, como quiere la opinión mas generalmente recibida; pues, á ser asi, no se hubieran estendido hasta estas, regiones de la zona tórrida, tan distantes de dicho estrecho, sino al cabo de muchos años y de muchas generaciones.

Mas lo que no tiene duda es, que esta provincia fué habitada de gente muy poderosa y culta y que tuvo comercio con los Egipcios, como lo comprueban las suntuosas ciudades de Culhuacan y Tulhá, cuyos vestigios se ven cerca de los pueblos del Palenque y Ococingo: especialmente en la primera se admiran todavía algunos edificios que nos persuaden que la ciudad de Culhuacan competía en magnificencia con las primeras cortes de la Europa. Llama la atención la suntuosidad de sus templos, en los que se observan muchos vestigios de la fábula: se ven en ellos geroglíficos, símbolos y empresas de la mitología: se encuentran también rastros de soberbios palacios: se halla casi entero un famoso acueducto, de tanta capacidad, que puede un hombre pasearse por él. Pero cuando llegaron los españoles ya había decaído esta provincia de su antiguo esplendor, pues no encontraron ciudad alguna, ni edificio que llamase la aten-