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bre esta fundacion y la de Yucatan, en el citado P. Ordoñez. Fuera de esto, como era tan amado de todos, fué canónicamente electo por Custodio, el año de 1552, y por primer provincial el de 1566. Fundóse en la Ciudad de Méjico el Santo Tribunal de la Inquisicion, por los años de 1571, é informado el Señor Inquisidor de la literatura del P. Ordoñez, le libró despacho para que pasase á aquella Metrópoli, á servir de Consultor y Calificador del Santo Oficio. Tenía el V. viejo en esta sazon mas de 80 años; pero sin embargo de su ancianidad, se puso en camino á pié y descalzo, con el habito á raiz de las carnes, cargado de silicios, y sin avío, ni mas arrimo que la Divina Providencia. Habiendo servido algunos años al Santo Tribunal, pidió licencia para retirarse, por motivo de su avanzada edad. Conseguida esta, se fué al Reino de la Nueva Galicia, á entender en las fundaciones de Jalisco, Zacatecas y otras, y predicar la fé católica á los chichimecas y demas infieles de aquellas cercanías, con la esperanza de conseguir la corona del martirio, que habían logrado en esta empresa algunos religiosos. Estando ocupado en tan santos ejercicios, supo la feliz muerte del P. Fr. Gonzalo Méndez, y temiendo que con la falta de esta coluna descaeciese la observancia regular en esta Provincia, se vino para Guatemala; y halló en ella, con sumo gozo de su alma, la vida regular en el mismo estado que la habia dejado cuando se partió para Méjico. Permaneció en este Convento de Guatemala, siguiendo la comunidad como un Novicio, edificando á todos los Religiosos con su ejemplo y animándolos con sus exhortaciones y saludables consejos, hasta pasar de cien años de edad. En este tiempo le asaltó la tentacion de volverse á España: decía entre sí, que habiendo venido á la América para entender en la conversion de los indios, y no pudiendo ya trabajar en este santo ejercicio, por su avanzada edad, le estaría mejor volverle á su Provincia, á disponerse para la muerte. Permitió el Eterno que no conociese el P. Fr. Diego los lazos del demonio, para que en él aprendiésemos á precaverlos y tuviesemos