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dro de Angulo, uno de los primeros Apóstoles de aquella tierra, que la habia pisado toda y aun con pies descalzos, y conocía muy bien la condicion de los naturales, como quien los habia traído á la fé y puesto en policía y civilidad. Pero no llegó á consagrarse el nuevo Obispo, porque murió repentinamente en el pueblo de Salamá, el miércoles de Pascua del año de 62. Fué muy sentido de toda la Provincia, que lo veia como padre y de toda su Diócesis, que perdió en él á su pastor, apóstol y protector.

Otro de los que ilustraron el Convento de Santo Domingo con sus virtudes, fué el P. Fr. Matias de Paz. Siendo seglar ayudaba en lo que podía, á los PP. que andaban por la Vera-paz, acompañándolos en los caminos y sirviéndolos en otros ministerios. Viendo los Religiosos tan buenas inclinaciones en un seglar, lo animaron á que tomase el hábito, para cuyo efecto lo enviaron al Convento de Méjico, donde hizo su profesion el año de 1538. Asignólo la obediencia para la Casa de Guatemala, á la que sirvió con el mayor teson en cuanto se ofrecía. Pero en lo que mas sobresalió este santo hombre fué en la caridad con los prójimos: efecto del ardor de esta virtud fué la fundacion del hospital de S. Alejo, que emprendió sin tener un real; pero que concluyó y mantuvo por muchos años solicitando limosnas y sirviendo personalmente á los pobres indios. Cuan agradable fuese á Dios el zelo del P. Fr. Matías, lo declaró S. Magestad con un prodijio. Encontró en cierta ocasion un indio todo llagado: echóselo á cuestas, como acostumbraba hacer en semejantes casos, y llevólo á su hospital; mas el que era un enfermo á los ojos del P. Fr. Matías, á los de todos era una imágen de Cristo Crucificado, y habiéndolo puesto en una cama, cuando volvió á verlo, no lo encontró, renovando Dios, aunque en modo diferente, el prodigio que en tiempos pasados obró con el Padre de los pobres San Juan de Dios. Finalmente, lleno de méritos, pasó á recibir el galardon de sus grandes virtudes el año de 1579.

No fueron de menos lustre para esta Provincia de