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cucion de sus santos deseos. Doña Agustina Delgado y su hija Doña Mariana de Jesus, viudas nobles y virtuosas, llamaron á Fr. Rodrigo y le manifestaron los deseos que tenian de dedicarse á la asistencia de los pobres convalecientes y servirles en todo lo que condujese á su salud y regalo. No se podia hacer á este santo hombre propuesta mas plausible: asi, poniendo manos á la obra, alquiló una casilla cerca del hospital, donde comenzaron á ejercer la hospitalidad las citadas Matronas, hacia el año de 1670. Poco despues, dos caballeros piadosos costearon la fabrica de enfermerías y habitacion para las beatas; y de esta suerte quedó concluida la Casa. Con la misma prosperidad, que en lo material, se perfeccionó en lo formal este espiritual edificio; porque, con el buen ejemplo de las espresadas señoras, se animaron otras á abrazar el mismo instituto, de suerte, que á poco tiempo, ya se contaban trece Hermanas en el Beaterio: las que, de su voluntad, se redujeron á perpetua clausura. Vestían dichas Beatas el hábito de la Tercera Orden de San Francisco; pero habiéndose ofrecido algunas desavenencias con el Padre Provincial, se presentó el Hermano Francisco de la Trinidad, Prefecto del Hospital de Betlem, al Ilustrísimo Señor Don Juan de Ortega y Montañez, Obispo de Guatemala, pidiéndole licencia para que las Hermanas de Betlem usasen el mismo hábito que los Hermanos. Accedió gustoso este Principe á la espresada súplica; y atendiendo á la debilidad del sexo, les dispensó el que rezasen los maitines á media noche: única diferencia que se nota entre la vida de las Beatas y de la de los Betlemitas. Para que el citado establecimiento tuviese firmeza, alcanzó el zeloso Fr. Rodrigo, de N. S. Padre Clemente X, breve de confirmacion: con lo que quedó esta obra enteramente perfeccionada. Por mas de 110 años permanecieron las fervorosas Betlemitas sirviendo á las enfermas y buscando con la labor de sus manos lo que necesitaban para su subsistencia; mas reflexionando que el atender á sus necesidades temporales, les habia de causar alguna distraccion en el servicio de Dios y de las pobres, se acordó que las que tomasen el hábito en lo sucesivo, diesen do-