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patriotismo y la religión hablando desde la cátedra sagrada, con la elocuencia elevada y la sublime unción que se prestan mutuamente estas dos grandes virtudes.

Designado para ocupar el arzobispado, renunció aquel alto cargo, aceptando con reservas de su parte, el obispado de Córdoba.

La elocuencia de sus oraciones pastorales y opúsculos ha sido como una antorcha que ha iluminado la literatura sagrada de esta época.

Es notable aquella que pronunció en la Catedral de Buenos Aires en 1880, en donde es de admirar, además de su discreción y prudencia al tocar materias delicadísimas, un profundo conocimiento del estado de la patria, cuyas necesidades expone, presentando al mismo tiempo remedios, aconsejados por la más sana filosofía, llenos de doctrina y suavidad evangélica.

Al P. Esquiú puede aplicársele lo que Chateaubriand decía de Bossuet: «tres cosas se suceden continuamente en sus discursos, la brillantez de genio ó elocuencia, las citas tan en armonía con el texto que forman con él un todo, y las reflexiones ó la mirada de águila acerca del suceso de que se trata».

También fué escritor. Su Estudio sobre la Iglesia y el Estado, es una obra de gran mérito, que constituye un verdadero esfuerzo intelectual.

Varios periódicos especialmente «El Ambato» de Córdoba, registran numerosos artículos de su elegante pluma.

La muerte le sorprendió en 1883 en regiones apartadas, á donde lo había llevado el cumplimiento de su deber, entregando desde ellas, su alma al Dios de su fé y su cuerpo á la tierra, en el silencioso desamparo del desierto.




FÉLIX FRIAS

Nació en Buenos Aires el año 1816.

Siendo estudiante de derecho tuvo que cortar su carrera: su odio á la tiranía lo arrancó del aula indicándole el destierro.

Acompañó á Lavalle como secretario durante la famosa campana de 1838-1841, pasando á Bolivia cuando aquella terminó, y poco después á Chile, donde redactó «El Mercurio» y publicó diversos folletos. Poco después pasó á