históricos, sobre la defensa de esta ciudad, y compuestos para «ser cantados en comunes instrumentos (guitarras) por los labradores, los artesanos en sus talleres, las señoras en sus estrados, y la gente común en las calles y plazas».
El primero que verdaderamente se apoderó del tipo del gaucho para hacerle discurrir en su propio dialecto sobre los acontecimientos populares fué el uruguayo Bartolomé Hidalgo, residente en Buenos Aires, el cual era á la vez coplista y guitarrero. Es autor de muchos Unipersonales (monólogos), que hizo representar en diversas festividades en los teatros de Buenos Aires y Montevideo. Pero nunca logró con aquellos, la reputación que justamente consiguió con los pintorescos y graciosos diálogos entre el capataz de una estancia en las islas del Tordillo, y Ramón Contreras, gaucho de la guardia del Monte, describiendo el uno lo que vió en las fiestas mayas en Buenos Aires el año 1822, y dando el otro sanos consejos políticos.
Los diálogos de Hidalgo y los de sus imitadores no tenían un fin poético, propiamente dicho, pero no puede negarse que fueron el germen de la literatura gauchesca, que libre después de la intención del momento, ha producido las obras más originales de la literatura sud-americana.
Hilario Ascasubi, Estanislao del Campo y José Hernández, como ya lo hemos indicado, son los que han logrado más nombradía entre estos ingenios del terruño, como los denomina Menéndez y Pelayo, y con su lectura descansa el ánimo de la continuada imitación de Víctor Hugo y otros autores franceses, que fué, en un tiempo, la plaga de la literatura argentina.
Estos poetas, sea cualquiera su valor intrínseco, son los únicos que nos revelan algo de lo que piensa y siente la gente de los campos. Ninguno de ellos puede ser calificado de payador, porque hay en sus obras intuición artística, apesar de persistir con intensidad la fibra popular, especialmente en el último de los citados.
El porteño Hilario Ascasubi (1807) es uno de los que llegó á más perfección en este género, narrando en estilo gauchi-poético y pintando al pueblo con rasgos originales. Sus tres obras tituladas, Santos Vega, Aniceto el Gallo y Paulino Lucero son una serie de cuadros dramáticos en que describe las costumbres de los gauchos, y relata algunos sucesos acaecidos en las orillas del Plata, durante la guerra civil en tiempo de Rosas y en la época de la Independencia. Pero es de notar que el tipo de gaucho que nos presenta, especialmente en el primer volumen es, como lo dice su