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No; lleva él las prendas de aquel traje
Que destaca del muro sus colores,
con toda la arrogancia del salvaje
y aquella majestad de los señores;
Y es único padrón de su linaje
El sello de los seres superiores.
Que en el primer relámpago adivina
El ojo observador que lo examina.
De su mirada en el fulgor sombrío
Hay la intensa quietud de un pensamiento.
Hondo como el desmayo del hastío,
Fijo como fatal remordimiento;
Rastro indeleble del afán impío
O del triste y profundo sentimiento.
Que en muda paz ó tenebrosa calma
Habita lo más íntimo de su alma.


No es el Lázaro, el único laurel de la corona poética de Gutiérrez, todas sus poesías líricas son notables. El poeta y el soldado, La hermana de caridad y su poema Magdalena, son composiciones de gran mérito.

Es El Misionero, una espléndida revelación del hombre, mártir de su fé.

Hombre inmortal que brillas
En la aureola de Dios como una estrella.
Yo soy el Fraile que en tu burla humillas.
Yo levanto la Cruz... yo muero en ella!...
Yo soy su misionero.
Yo soy su combatiente solitario;
Todas las sendas sobre el mundo entero
Son para mí la senda del Calvario.


Pero es, sin duda, La fibra salvaje la poesía más notable de este poeta, no sólo por la fuerza de la pasión que en ella se revela, sino también por la infinidad de sensaciones íntimas con que á cada paso nos encontramos en su narración, y que impregnando á sus personajes de esta atmósfera de sensibilidad y de ternura exquisita, la hace reflejar en el espíritu del lector.

En esta poesía, han vibrado con más intensidad que en ninguna otra de sus obras, las cuerdas más tiernas de la delicada lira de Gutiérrez, y su lectura nos trae recuerdos de Bryon, de Espronceda y sobre todo de Alfredo de Musset, en que se encuentran esos admirables trozos de poesía,