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que trabajan y luchan en estos tremendos escenarios de la vida, están allí transfigurados y deslumbrantes, soberbios y magníficos en las excelsas estrofas del poeta.

En la composición A mi hija Agustina, trazó en breves estrofas el cuadro de la existencia en esas primeras jornadas de la juventud, cuando los días son claros y serenos y todas las perspectivas de la naturaleza que nos rodea están repletas de vida, de armonías y de esplendores.

La Mujer es un horizonte luminoso en los primeros días del Edén, lleno de poesía y encanto.

El Nido de Cóndores, original y poética apoteósis del genio de la independencia americana, es la primera de una serie de composiciones de gran aliento. Esta poesía tiene admirables estrofas, por la soltura de la rima, por su armonía penetrante y por su vigorosa entonación.

Igual éxito que la anterior composición tuvo El arpa perdida, publicada en 1877, cuyo tema es la muerte del poeta Luca, en un naufragio.

Notable es también La noche de Mendoxa, en que llora la ciudad destruida. La entonación es apropiada y las imágenes son reflejos verdaderos de aquel cuadro de espantosos derrumbes.

Tuvo Andrade la ambición de los grandes asuntos, y no se mostró indigno de tenerla. Muchas de sus composiciones justifican nuestro aserto, pero nos basta citar los dos monumentos más gigantescos, germinados por la omnipotencia de su imaginación: nos referimos al Prometeo y á la Atlántida.

La primera de éstas, considerada bajo el aspecto de su ejecución poética, es la mejor de sus obras.

En este poema Andrade toma por base una de las explicaciones que algunos críticos modernos dan á la leyenda griega, hablándonos de evoluciones y progresos del espíritu humano, pronosticando y cantando su triunfo.

Larga sería nuestra tarea, si en alas de la inspiración del poeta quisiésemos seguirle, cuando nos hace aquellas magníficas reflexiones del estado de la tierra, flotando como urna vacía en los abismos de la nada, cuando nos habla del germen de vida que palpita en sus entrañas, cuando nos pinta los esfuerzos del espíritu del hombre, sus luchas y contradiciones y al gran Titán (Prometeo) maldiciendo á Júpiter y pronosticándole su caída.

En ninguna otra de sus obras ha desplegado Andrade más libremente su fantasía enorme, al decir de Groussac, que en el inmenso drama de Esquilo, cuyos personajes son dioses y titanes, cuyo coro es el Océano, y cuyo escenario es el Cáucaso, dominador del mundo antiguo.