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de la vida republicana, conmemoran las nobles luchas de aquella época inolvidable, lloran las desgracias civiles y predican, henchidos de júbilo, el futuro dichoso de la patria.

El año 1875 fundó en colaboración con Andrés Lamas y Vicente F. López la «Revista del Río de la Plata», que ya hemos citado, publicación que alcanzó gran éxito, por lo selecto de sus materiales y la inteligencia de su dirección.

Muchos fueron los cuerpos científicos y literarios que contaron á Gutiérrez entre sus miembros.

Esta vida tan laboriosa y tan fecunda concluyó el 26 de Febrero de 1878.

Gutiérrez es un maestro en literatura: estudió desde muy jóven los modelos en cuya contemplación aprende el espíritu á familiarizarse con las diversas formas de lo bello; se inició temprano en los misterios del arte, y no en balde es tenido por uno de los argentinos que mejor ha dominado el habla castellana, sabiendo, sin caer en el arcaísmo, conservar inalterable en sus producciones, la índole y el colorido del idioma nacional.

Es Gutiérrez, el primero en las letras argentinas, que ha llevado á la crítica literaria el buen gusto que nace del sentimiento de lo bello y del conocimiento de las buenas doctrinas.

La corrección, la elegancia, la delicadeza, hé aquí lo que llama agradablemente la atención en los escritos de este autor. En su poesía hay música, suave y deliciosa unas veces, solemne y majestuosa otras, pero siempre insinuante y melancólica.

Cuando se inspira en lo sencillo y en lo tierno, sus versos son delicados y aunque no tiene la fogosa y audaz imaginación de Mármol, ni la fácil abundancia y la intuición de Echevarría, ni las sublimes concepciones de Andrade, ni la penetrante mirada con que se interna en el alma Ricardo Gutiérrez, no cede á ninguno de ellos en la gracia y elegancia de la versificación, en la suavidad del colorido y en la delicadeza embelezadora de las formas.

Juan María Gutiérrez es el hombre de letras más completo que ha producido la República Argentina. Poeta, historiador, romancista, su espíritu analítico y vivaz, su inteligencia educada en los eternos modelos de la estética literaria, hicieron de él un príncipe de la crítica.

Dejó sobre la lucha de la vida, sobre los contrastes eternos entre la aspiración secreta del alma y la huella de hierro del destino, una enseñanza suprema para los que, sobre el polvo de la tierra, hacen su peregrinación con el grave peso de una inteligencia creadora.