CAPÍTULO IV
ÉPOCA REVOLUCIONARIA
Llegada la hora solemne en que América, consciente de sus fuerzas, inicia la gigante lucha en contra del dominio español, la literatura argentina, y sobre todo la poesía, se transforma, y convertida en homérico paladín, invade el mundo político y social con la robusta inspiración y poderosa voz, de los felices intérpretes del sentimiento popular.
Esta época tiene especial importancia, pues es la piedra fundamental sobre la cual se ha levantado el monumento literario argentino.
Es un hecho comprobado por la historia que la esclavitud enmudece las liras y apaga los entusiasmos poéticos; pero también es cierto que el silencio de la opresión se desborda omnipotente, cuando rompe los diques que le impedían su marcha.
Por esto el pueblo de Mayo oyó en la cuna de su libertad los himnos marciales de cien Tirteos, que encendiendo en el pecho de sus hijos el varonil entusiasmo que el bardo griego despertara en los ascendientes de Leónidas, contribuyeron con nuevas fuerzas á la realización de los fines de 1810. Desde la victoria de Suipacha hasta el triunfo de Ayacucho, López, Luca, Lafinur, Rodríguez, Varela y otros, verdaderos heraldos de la poesía argentina, fueron los primeros que esmaltaron ese camino de gloria con las flores de su númen.
Cultivadores del arte y amigos de las musas, remontáronse con su inspiración á la estancia donde moran las deidades del Parnaso, para cantar desde las faldas de la celebrada montaña al compás de sus liras, los heroicos triunfos de los valientes patriotas.