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monarca de los ríos con un himno triunfal, que es al mismo tiempo un presagio de la opulencia y felicidad que el poeta auguraba para su patria.

Abogado distinguido y entusiasta partidario de la difusión de la enseñanza y de las letras, contribuyó poderosamente á la fundación del Colegio de San Cárlos y más tarde á la del teatro de Buenos Aires. Su ilustración hizo de él uno de los hombres más influyentes y respetados de su época, habiendo desempeñado en diversas ocasiones importantas puestos públicos, entre otros el de auditor de guerra de la capitanía general, durante la administración del virrey Vertiz.

Poniendo su inteligencia al servicio de las buenas costumbres, fustigó varios vicios y errores en sus Sátiras, algunas de las cuales se hicieron muy populares.

En 1779 escribió el drama Siripo, que es su trabajo de más aliento; fué representado varias veces, con gran éxito, lo que hizo que fuera la obra más en boga del teatro de aquel tiempo.

Esto nos induce á dar una noticia de su argumento, que es el siguiente:

Por el año 1528, Gabotto, marino veneciano al servicio de España, logró, surcando las ondas del Plata, salir felizmente de ellas y entrar en las del Paraná, yendo poco después á clavar la bandera de Castilla en uno de los ángulos que forma el último de los citados ríos.

Una vez allí, Gabotto se enseñoreó, á fuerza de hierro, de los dominios que ocupaban los salvajes Timbúes, y con el fin de asegurar sus conquistas, levantó el fuerte denominado Sancti-Spíritus, primera construcción que en esta parte de la América se encargó de perpetuar la intrepidez y constancia de los españoles.

Tras dos años de formidable lucha, y sintiendo Gabotto, sin duda, el dolor de la nostalgia, volvió la proa de sus barcos con rumbo á España, dejando el citado fuerte bajo la custodia y mando del capitán D. Nuño de Lara.

Y aquí empieza la parte más interesante de la acción dramática de Siripo.

Entre aquella falange de valientes, que con Nuño de Lara quedaron en la fortaleza, existían dos seres cuyas almas latían con la fé de un amor sublime: Lucía Miranda y Sebastián Hurtado, esposos cuya unión había santificado la Iglesia mucho antes de venir á América.

Lucía unía á la gracia natural de las hijas de Andalucía, la belleza seráfica del alma.

Marangoré entre tanto, jefe de la tribu vencida, desde el