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sujeción, la ignorancia y la superstición, tendremos explicado el porqué de la pobreza en las producciones de genio.

Un escritor moderno dice, con mucha exactitud á este respecto, que «la cronología tiene muy poca ó ninguna importancia en la historia del coloniaje, en que un día, un mes, un año son iguales á todos los días, meses y años; en que el tiempo se desliza por entre una aglomeración de hombres inertes y silenciosos, como la corriente de un río por un lecho de piedras y guijarros; en que la existencia humana, privada de su iniciativa, de su voluntad inteligente, de sus nobles estusiasmos, de sus visicitudes gloriosas, degenera en una especie de vegetación humana». Era un estado que no representaba la actividad de la vida, sino el letargo del sueño.




Algunos historiadores, fundados en las consideraciones expuestas, niegan la existencia de una «literatura colonial».

Es indudable que fué muy rudimentaria la literatura de esta época, pues contados son los nombres que nos han llegado de los que á ella se dedicaron, pero su conjunto constituye el embrión de la literatura argentina, y el embrión nunca es despreciable, pues, como dice Víctor Hugo, presenta dos aspectos: «monstruo como feto, maravilla como gérmen».

Por estas razones en esta época embrionaria del pensamiento argentino, cuando la literatura no sólo no era fomentada sino combatida en la América oprimida; cuando la mayor de las bibliotecas conventuales (únicas que existían) contaba apenas con unos mil volúmenes, de los cuales, según los historiadores más concienzudos, novecientos ochenta, por lo menos, versaban sobre moral religiosa y filosofía escolástica, no habiendo de literatura propiamente dicha sino, por acaso, algún Séneca, algún Josefo, algún De Officiis, de Cicerón y tal cual rancio poetastro de la Península; no era posible aspirar al modelo que hubiera dado ocasión á que se produjera la obra de arte, verdaderamente tal.




Resuelta la duda de la existencia de una literatura colonial, surge otro problema. ¿Es propiedad de la Metrópoli ó de la Colonia? ¿Es española ó argentina?

Mientras don Juan M. Gutiérrez sostiene sin dilación que «es un error, creer que el pensamiento argentino durmió profundamente y no latió en ninguna de sus