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sufrieron, bien sea á causa de las tendencias impresas á su carácter por el pueblo en medio del cual vivieron ó por la naturaleza de un país inculto, estrechado por la escasez de medios y asfixiado por el ambiente político.




Si hubiéramos de juzgar por su valor intrínseco las obra de los escritores del coloniaje, poco hallaríamos de que hablar; pero si se desea estudiar el creciente movimiento de las ideas en este país é imponerse del sesgo que sucesivamente iban tomando, se encontrarán, especialmente en los últimos años del coloniaje, juiciosos testimonios del progreso intelectual, precursor de las transformaciones sociales y políticas porque han pasado, y que sirven al historiador de hilo para conducir certeramente su narración.

La literatura de la «época colonial,» en absoluto, apenas si tiene algún monumento digno de recordarse, pero estudiada en su conjunto, siguiendo paso á paso su desarrollo, es fácil convencerse que por la marcha natural de las cosas iba cimentando sus ideas y encaminándolas por la senda de la emancipación y del progreso.




No hay, pues, en general, en la literatura de este tiempo, un libro que lleve impresa la marca de una época ó que sea el reflejo fiel de las costumbres é ideas que dominaban el siglo en que fué escrita, ó que revele el genio de un periódo cualquiera.

La influencia de las doctrinas esparcidas por un libro y el intercambio de ideas de nación á nación, no fueron nunca conocidas. Es curioso rastrear en otras partes las huellas, más ó menos duraderas, que imprimiera á sus contemporáneos ó á las generaciones posteriores, una obra notable. Los franceses, los alemanes, los ingleses experimentaron la influencia española con las victorias de los soldados de Carlos V, y aprendieron de los autores dramáticos españoles una multitud de cosas que modificaron su gusto y lo hicieron progresar. Pero en este Flandes indiano un autor no conocía á otro, y apenas si se conocía á sí mismo.

Si á la ruda lucha por la vida en un ambiente mezquino agregamos la monotonía de una sociedad donde la influencia extranjera era desconocida, que pasaba sus días aislada y soñolienta en medio de asaltos y tropelías ó de etiquetas y ceremonias, cuya vida privada la representaban la