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que con los espolones no podían hacerles mella, y que, aun erigidas torres encima, las sobrepujaba tanto la popa de los bajeles bárbaros, que, sobre no ser posible disparar bien desde abajo contra ellos, los tiros de los enemigos, por la razón contraria, nos habían de causar mayor daño. Una sola cosa, prevenida de antemano, nos hizo muy al caso, y fueron ciertas hoces bien afiladas, caladas en varapalos, a manera de guadañas murales. Enganchadas éstas una vez en las cuerdas con que ataban las antenas a los mástiles, remando de boga, hacían pedazos el cordaje, con lo cual caían de su peso las vergas; por manera que, consistiendo toda la ventaja de la marina galicana en velas y jarcias, perdidas éstas, por lo mismo, quedaban inservibles las naves. Entonces lo restante del combate dependía del valor, en que sin disputa se aventajaban los nuestros, y más que peleaban á vista de César y de todo el ejército, sin poder ocultarse hazaña de alguna cuenta, pues todos los collados y cerros que tenían las vistas al mar estaban ocupados de las tropas.

XV, Derribadas las antenas en la forma dicha, embistiendo a cada navío dos o tres de los nuestros, los soldados hacían el mayor esfuerzo por abordar y saltar dentro. Los bárbaros, visto el efecto y muchas de sus naves apresadas, no teniendo ya otro recurso, tentaron huir por salvarse. Mas apenas enderezaron las proas hacia donde las conducía el viento, de repente se les echó y calmó tanto, que no podían menearse ni atrás ni adelante. Esta circunstancia fué muy oportuna para completar la victoria,