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terraplén y levantadas las bastidas[1], espantados los Galos de la grandeza de aquellas máquinas, nunca vistas antes ni ofdas, y de la presteza de los Ro manos en armarlas, envían diputados a César sobre la entrega, y, a petición de los Remenses, alcanzan perdón.

XIII. Recibidos en prendas los más granados del pueblo con dos hijos del mismo rey Galba, y entre gadas todas las armas, César admitió por vasallos a los Suesones, y marchó contra los Bellovacos, los cuales, habiéndose refugiado con todas sus cosas en la fortaleza de Bratuspancio, y estando César distante de allí poco menos de cinco millas, todos los ancianos, saliendo de la ciudad, con ademanes y vo ees le hacían señas de que venían a rendírsele a discreción, ni querían más guerra con los Romanos. Asimismo, luego que se acercó al lugar y empezó a sentar el campo, los niños y las mujeres, desde las almenas, tendidas las manos a su modo, pedían la paz a los Romanos.

XIV. Diviciaco (el cual después de la retirada de los Belgas y despedidas sus tropas había vuelto a incorporarse con las de César) aboga por ellos di ciendo: "que siempre los Bellovacos habían sido amigos fieles de los Eduos; que sus jefes, con esparcir que los Eduos, esclavizados por César, padecían toda suerte de maltratamientos y oprobios, los in-


  1. Torres de madera que se movían sobre ruedas. Cuando la plaza sitiada estaba en terreno llano, colocaban la torre sobre el suelo: pero si la ciudad ocupaba un lugar accidentado, la emplazaban sobre un terraplén (agger).