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se salvaron, unos a nado a fuerza de brazos, y otros en canoas que allí encontraron. Uno de éstos fué Ariovisto, que, hallando a la orilla del río una barquilla, pudo escaparse en ella. Todos los demás, al canzados de nuestra caballería, fueron pasados a cuchillo. Perecieron en la fuga dos mujeres de Ariovisto: la una de nación sueva, que había traído consigo de Germania; Norica la otra, hermana del rey Voción, que se la envió a la Galia por esposa. De dos hijas de éstas, una fué muerta, otra presa. Cayo Valerio Procilo, a quien sus guardas conducían en la huída atado con tres cadenas, dió en manos de César, que perseguía al enemigo al frente de la caballería; encuentro que para César fué de no menos gozo que la victoria misma, por ver libre de las garras de los enemigos y restituído a su poder el hombre más honrado de nuestra provincia, huésped suyo y amigo íntimo, con cuya libertad dispuso la fortuna que no faltase circunstancia alguna de contento y parabienes a esta victoria. Contaba él cómo por tres veces a su vista echaron suertes sobre si luego le habían de quemar vivo o reservarlo para otro tiempo, y que a las suertes debía la vida. Hallaron asimismo a Marco Mecio, y trajéronsele a César.

LIV. Esparcida la fama de esta victoria por la otra parte del Rhin, los Suevos acampados en las riberas trataron de dar la vuelta a sus casas; los Ubios, habitantes de aquellas cercanías, que los vie ron huir amedrentados, siguieron el alcance y mataron a muchos de ellos. César, concluídas dos guerras de la mayor importancia en un solo verano,