Página:Comentarios de la guerra de las Galias (1919).pdf/54

Esta página no ha sido corregida
50
 

tenerse sin disparar contra los nuestros. Enviarle de los suyos un comisario, en su sentir, era lo mismo que entregarlo a ojos vistas a las garras de hombres más fieros que las fieras. Tuvo por más acertado el valerse para esto de Cayo Valerio Procilo, hijo de Cayo Valerio Caburo, joven animoso y apacible (cuyo padre obtuvo de Cayo Valerio Flaco los derechos de ciudadano romano), lo uno por su lealtad y pericia en la lengua galicana, que ya por el largo uso era casi familiar a Ariovisto, y lo otro por ser persona a quien los Germanos no tenían motivo de hacer vejación alguna, enviándolo con Marco Mecio, huésped que había sido de Ariovisto. Encomendoles que se informasen de las pretensiones de Ariovisto, y volviesen con la razón de ellas. Ariovisto, que los vió cerca de sí en los reales, dijo a voces, oyéndolo su ejército: "¿A qué venís aquí? ¿Acaso por espías?" Queriendo satisfacerle, los atajó y puso en prisiones.

XLVIII. Ese día levantó el campo, y se alojó a la falda de un monte, a seis millas de los reales de César. Al siguiente condujo sus tropas por delante del alojamiento de César, y acampó dos millas más allá, con el fin de interceptar los víveres que venían de los Sequanos y Eduos. César cinco días consecutivos presentó el ejército armado y ordenadas las tropas, con la mira de que si Ariovisto quisiese dar batalla, no le faltase posibilidad. Todos esos días mantuvo Ariovisto quieta su infantería dentro de los reales, escaramuzando diariamente con la caballería. El modo de pelear en que se habían industriado los