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nado, como único que ni estaba ligado con juramento ni con otra prenda. Con todo eso, ha cabido peor suerte a los vencedores Sequanos que a los Eduos vencidos; pues que Ariovisto, rey de los Germanos, avecindándose allí, había ocupado la tercera parte de su país, el más pingüe de toda la Galia, y ahora les mandaba evacuar otra tercera parte, dando por razón que pocos meses ha le han llegado veinticuatro mil Harudes, a quien es forzoso preparar alojamiento. Así que dentro de pocos años todos vendrán a ser desterrados de la Galia, y los Germanos a pasar el Rhin, pues no tiene que ver el terreno de la Galia con el de Germania, ni nuestro trato con el suyo. Sobre todo Ariovisto, después de la completa victoria que consiguió de los Galos en la batalla de Magetobriga, ejerce un imperio tiránico, exigiendo en parias los hijos de la primera nobleza; y si éstos se desmandan en algo que no sea conforme a su antojo, los trata con la más cruel. inhumanidad. Es un hombre bárbaro, iracundo, temerario; no se puede aguantar ya su despotismo. Si César y los Romanos no ponen remedio, todos los Galos se verán forzados a dejar, como los Helvecios, su patria, e ir a domiciliarse en otras regiones distantes de los Germanos, y probar fortuna, sea la que fuere. Y si las cosas aquí dichas llegan a noticia de Ariovisto, tomará la más cruel venganza de todos los rehenes que tiene en su poder. César es quien, o con su autoridad y el terror de su ejército, o por la victoria recién ganada, o en nombre del pueblo romano, puede intimidar a los Germanos, para que no pase ya más gente