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XXVI. Así, en doble batalla[1], estuvieron peleando gran rato con igual ardor, hasta que, no pudiendo los enemigos resistir por más tiempo al esfuerzo de los nuestros, los unos se refugiaron al monte, como antes, y los otros se retiraron al lugar de sus fardos y carruajes; por lo demás, en todo el discurso de la batalla, dado que duró desde la hora séptima hasta bien caída la tarde, nadie pudo ver las espaldas al enemigo; y gran parte de la noche duro todavía el combate donde tenían el bagaje, puestos alrededor de él por barrera los carros, desde los cuales disparaban con ventaja a los que se arrimaban de los nuestros, y algunos por entre las pértigas y ruedas los herían con[2] pasadores y dardos. En fin, después de un porfiado combate, los nuestros se apoderaron de los reales, y en ellos de una hija y un hijo de Orgetorige. De esta jornada se salvaron al pie de ciento treinta mil de los enemigos, los cuales huyeron sin parar toda la noche, y no interrumpiendo un punto su marcha, al cuarto día llegaron a tierra de Langres, sin que los nues-


  1. César: ancipiti proelio. Se usa ordinariamente de esta frase latina para significar que la victoria no se declara o inclina; que está pendiente, en peso o en balanzas, con suceso dudoso; mas en este lugar de César, es de creer, por las circunstancias, que la batalla se daba en dos distintas partes, y que esto es lo que dice César que era doble el combate.
  2. Tragulas ac mataras. La primera palabra designa un arma ligera y arrojadiza, conocida de antiguo por los Romanos; la segunda, un dardo usado exclusivamente por los Galos, y cuyo hierro era largo.