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de César, sino que se excitaban a buscar nuevas amistades para obligar al Senado a aprobar lo que ellos tenían determinado.

LIV. Hízose después un decreto para que Pompeyo y César enviase cada uno una legión para la guerra de los Partos, las cuales se le quitaron a César claramente. Porque Pompeyo dió como de su número la legión primera que había enviado a César, compuesta de gente joven escogida en la provincia; pero César, aunque nadie dudaba que era despojado por amor de los contrarios, envió la legión a Cn. Pompeyo, y mandó que de las suyas se entregase la décimoquinta, conforme a la orden del Senado, la cual estaba en Lombardía. En su lugar destacó a la Italia la legión décimotercia, para defensa de los presidios de donde salía la décimoquinta, y distribuyó su ejército por los cuarteles de invierno. Puso a C. Trebonio en la Galia bélgica con cuatro legiones; envió a C. Fabio con otras tantas a Autun, pensando que así estaba más segura la Galia, contenidos con las tropas los Belgas, cuyo valor era el más respetado, y los Autuneses, que por su autoridad daban la ley en toda la Galia. El partió la vuelta de Italia.

LV. Allí supo que las dos legiones que había enviado, las cuales, según la orden del Senado, debían destinarse a la guerra de los Partos, habían sido entregadas por el cónsul Marcelo a Cn. Pompeyo y retenidas en Italia. Con este hecho, aunque nadie dudaba que se trataba de tomar las armas contra César, con todo eso, determinó éste sufrirlo todo