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yos, haciendo lo mismo, desbarataron y retiraron el corto número de los nuestros. Comio, apretando el caballo, llegó a encontrarse con el de Quadrato, y la lanza en el ristre, le pasó con gran fuerza un muslo. Herido el comandante, no dudaron los nuestros hacer frente a los enemigos; volvieron sobre ellos unidos todos, y los desbarataron. Muchos de los contrarios fueron heridos en el primer encuentro, otros murieron en la fuga, y parte quedaron prisioneros; el general se escapó por la velocidad del caballo, y el prefecto fué conducido a los reales herido gravemente y casi en el último riesgo de la vida.

Mas Comio, o por haber satisfecho su resentimiento, o por haber perdido la mayor parte de los suyos, envió sus diputados a Antonio, y dándole rehenes, le aseguró que estaría a su obediencia donde le señalase; sólo le suplicó concediese a su temor el no ponerse delante de ningún romano. Antonio condescendió a esta pretensión,, creyendo que nacía de un justo miedo; le perdonó, y recibió sus rehenes.

CAPÍTULO VIII

Visita César la Galia citerior, vuelve a la ulterior, y pone guarniciones en ella; pasa a Italia, y se informa de los designios de sus contrarios.


No ignoro que César hizo de cada año un comentario; mas yo he pensado que no debía hacer lo mismo, porque en el año siguiente en que fueron cónsules L. Paulo y C. Marcelo no hubo suceso me-