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que le siguiese por sus marchas regulares[1], y él partió lo más pronto que pudo con toda la caballería a juntarse con Caninio.

XL. Llegado César a Cahors contra la expectación de todos, y viendo concluída la contravalación de la plaza y que con ningún pretexto se podía levantar el cerco, e informado por los desertores de que los de adentro tenían gran copia de vitualla, empezó a tentar cómo privarles del agua. A la parte inferior cortaba el río un valle que ceñía casi todo el monte en que estaba sita la ciudad, áspero y quebrado por todos lados. La naturaleza del sitio no permitía echar el río por otra parte, porque tan bajo corría por la falda del monte, que a ningún lado se le podía sangrar con grandes fosos. Era también áspera y difícil para los cercados la bajada al río, de suerte que, sin mucho daño, como lo resistiesen los nuestros, ni podían llegar a él, ni retirarse por la fragosidad de la subida. Conocida esta dificultad por César, dispuestos sus honderos y flecheros en ciertos parajes, y colocadas también algunas máquinas contra los más fáciles descensos, estorbaba a los de la plaza tomar agua del río.

XLI. La muchedumbre de los sitiados acudía después a un solo paraje a proveerse de ella. Porque debajo de la misma muralla brotaba una gran fuente, por la parte que no bañaba el río, que se extendía como a trescientos pies. Deseando todos que se les cortase el agua de esta fuente, y sabiendo so-


  1. Veinticinco kilómetros por día, aproximadamente.