de donde sabía se habían sacado tropas para la batalla en que fué Dumnaco derrotado, no dudando hallarlas más sumisas por la reciente pérdida, pero que si se les daba lugar y tiempo, podrían volverse a levantar a instancias del mismo Dumnaco. Acompañó a Fabio una suma presteza y felicidad para recobrarlas. Porque los de Chartrain, que, muchas veces maltratados, jamás habían hecho mención de paz, dándole rehenes, vinieron a rendirse, y las demás ciudades, sitas en los últimos confines de la Galia, junto a las orillas del Océano, que se llaman armóricas, movidas de la autoridad de los de Chartres, con la venida de Fabio y las legiones, al punto obedecieron la ley. Dumnaco, desterrado y fugitivo de su país, solo y oculto, se vió precisado a huir a los últimos rincones de la Galia.
XXXII. Pero Drapes y Lucterio, sabiendo que venían sobre ellos las legiones y Caninio, desconfiando de poder entrar en la provincia persiguiéndolos el ejército, y perdida la disposición de andar salteando y robando libremente, hicieron alto en la campaña de Quercy. Allí, habiendo sido Lucterio hombre de mucho poder entre sus ciudadanos cuando se hallaban las cosas de mejor semblante, y alcanzado siempre grande autoridad por favorecedor de novedades, ocupó con sus tropas y las de Drapes la ciudad de Cahors, que había antes estado bajo su protección, muy fuerte por su situación, y atrajo a su partido a los ciudadanos.
XXXIII. Vino prontamente sobre ella C. Caninio, y viendo que por todas partes estaba muy for-