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tierras de Ambiórix, el cual andaba atemorizado y fugitivo, y desconfiando de reducirle a su obediencia, creía que era lo más conveniente a su reputación abrasar de tal manera sus tierras, haciendo todo el daño posible en los hombres, en los ganados y en los edificios, que, cayendo en odio de los suyos, si algunos amigos le había dejado la fortuna, no tuviese acogida en su país por haberle causado tantas calamidades.

XXV. Extendidas por sus tierras o las legiones o las tropas auxiliares, asolado todo con muertes, incendios y robos, matando y cautivando muchas gentes, envió a Labieno con dos legiones contra Tréveris, cuyos moradores, ejercitados en continuas guerras por la inmediación a Germania, no se diferenciaban mucho de los Germanos en su grosería y fiereza, ni obedecían jamás a las órdenes sino obligados por fuerza de armas.

XXVI. En este intermedio, informado el teniente general C. Caninio por cartas y avisos de Duracio de que se había congregado una gran multitud de gente en los términos de Poitou, el cual, aunque rebelada una parte de su estado, se había mantenido siempre fiel a la amistad del pueblo romano, marchó la vuelta de la ciudad de Potiers. Cuando ya estaba cerca, sabiendo con certeza de los cautivos que, encerrado en ella Duracio, era combatido por muchos millares de hombres a las órdenes de Dumnaco, general de Agen, y no atreviéndose a oponer sus legiones debilitadas a los enemigos, sentó su real en un sitio fuerte por naturaleza. Informado Dumnaco de

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