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do no tanto en ofenderse como en huir, los nuestros por creer que era mortal la herida de Comio, y los Galos porque, conocida la traición, temían más de lo que veían. Con esto se dijo que Comio había hecho propósito de no ponerse jamás delante de ningún romano.

CAPÍTULO IV

Vence Fabio a Dumnaco, general de Agen, sobre el Loire.


XXIV. Debeladas estas gentes tan belicosas, y viendo César que no quedaba ya nación que pudiese romper la guerra para oponérsele, pero que todavía se salían algunos de los pueblos y huían de los campos para evitar el yugo del imperio, determinó repartir el ejército en diversas partes. Incorporó consigo al cuestor M. Antonio con la legión undécima. Despachó al lugarteniente C. Fabio con veinticinco cohortes a una parte de la Galia más distante, porque tenía noticia que estaban todavía en armas algunas ciudades de ella, y creía que Caninio Rebilo, que mandaba en aquel paraje, no tenía muy seguras las dos legiones de su cargo. Llamó a sí a T. Labieno, y envió la legión duodécima, que éste había mandado en la invernada, a Lombardía, para defensa de las colonias romanas, y que no las sucediese una desgracia igual a la que había acaecido el verano anterior a los pueblos de Istria, que fueron sorprendidos de una mundación y pillaje repentino de los bárbaros. El marchó a talar y destruir las