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sido admitidas sin otra pena que haberle dado rehenes, hicieron ellos lo mismo.

IV. César, a vista de la constancia con que los soldados habían tolerado tan grandes trabajos, siguiéndole con tan buen deseo en tiempo de hielos por caminos muy trabajosos y con unos fríos intolerables, prometió regalarlos con doscientos sextercios a cada uno, y dos mil denarios a los centuriones con título de presa, y enviadas las legiones a sus cuarteles, se volvió a Bibracte a los cuarenta días de haber salido. Estando aquí administrando justicia, llegaron comisionados de Berry a pedirle socorro contra los de Chartres, quejándose de que les habían declarado la guerra. Con cuya noticia, sin haber sosegado más que diez y ocho días, mandó salir a las legiones décimocuarta y sexta, que invernaban sobre el Saona, de las cuales se dijo en el libro anterior que estaban destinadas aquí para facilitar las provisiones de víveres. Con estas legiones partió a castigar el atrevimiento de los Chartreses.

V. Llegada a los enemigos la fama del ejército, y temiendo iguales daños que los otros, desamparando los villorrios y plazas fuertes que habitaban, en que por necesidad habían levantado unas pequeñas chozas y cabañas para guarecerse del frío (porque recién conquistados habían perdido muchas de sus ciudades), dieron a huir por diversas partes. Cesar, que no quería exponer sus tropas a los rigores de la estación que amenazaba entonces, puso su real sobre Orleans, ciudad de Chartrain, y alojó parte de los soldados en las casas de los Galos, parte en las

comentarios.-tomo i.
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