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hora del mediodía, y ponen al frente de la facción a Vercasilauno, arverno, uno de los cuatro generales, pariente de Vercingetórix. Sale, pues, de los reales a prima noche, y terminada su marcha cerca del amanecer, se oculta tras del monte, y ordena a lossoldados que descansen de la fatiga nocturna. Al hilo ya del mediodía va derecho sobre los reales arriba mencionados, y a la misma hora empieza la caballería a desfilar hacia las trincheras del llano, y el resto del ejército a escuadronarse delante de sus tiendas.

LXXXIV. Vercingetórix, avistando desde el alcázar de Alesia a los suyos, sale de la plaza, llevando consigo zarzos, puntales, galerías cubiertashoces y las demás baterías aparejadas para forzar las trincheras. Embisten a un tiempo por todas partes, y hacen todos los esfuerzos posibles. Si ven algún sitio menos pertrechado, allá se abalanzan. La tropa de los Romanos se halla embarazada con tantas fortificaciones, ni es fácil acudir a un tiempo a tan diversos lugares. Mucho contribuyó al terror de los nuestros la vocería que sintieron en el combate a las espaldas, midiendo su peligro por el ajeno orgullo. Y es así, que los objetos distantes hacen de ordinario más vehemente impresión en los pechos humanos.

LXXXV. César desde un alto registra cuanto rasa, y refuerza a los que peligran. Unos y otros se hacen la cuenta de ser esta la ocasión en que se debe echar el resto. Los Galos, si no fuerzan las trincheras, se dan por perdidos; los Romanos con la victo-