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LXXVI. Este Comio es el mismo que los años pasados hizo fieles e importantes servicios a César en Bretaña, por cuyos méritos había declarado libre a su república, restituídole sus fueros y leyes, sujetando a su jurisdicción los Morinos. Pero fué tan universal la conspiración de toda la Galia en orden a defender su libertad y recuperar su primera gloria militar, que ninguna fuerza les hacían ni los beneficios recibidos ni las obligaciones de amigos, sino que todos, con todo su corazón y con todas sus fuerzas, se armaban para esta guerra, en que se contaban ocho mil caballos y cerca de doscientos cincuenta mil infantes. Hacíase la masa del ejército y la revista general en las fronteras de los Eduos; nombrábanse capitanes. Fíase todo el peso del gobierno a Comio el de Artois, a los eduos Viridomaro y Eporedórix, a Vercasilauno, arverno, primo de Vercingetórix, dándoles por consejeros varones escogidos de todos los Estados. Alborozados todos y llenos de confianza, van camino de Alesia. Ni había entre todos uno solo que pensase hallar quien se atreviese a sufrir ni aun la vista de tan numeroso ejército, y más estando entre dos fuegos (1): de la plaza, con las salidas; de fuera, con el terror de tantas tropas de a caballo y de a pie.

(1) César: praesertim ancipiti proelio. Bien veo que esta locución castellana lleva un género de anacronismo res pecto del tiempo en que habla César y del en que comenzaron en la guerra las bocas de fuego; muchos siglos pasaron del uno al otro. Con todo eso ha parecido explicar así el ancipiti proelio, pues da a entender que César, cogido