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cuerpos de guardia contra cualquier asalto repentino; por la noche se aseguraba con centinelas y buenas guarniciones.

LXX. Comenzada la obra, trábanse los caballos en aquella llanura, que por entre las colinas se alargaba tres millas, según queda dicho. Peléase con sumo esfuerzo de una y otra parte. Apretados los nuestros, César destaca en su ayuda los Germanos, y pone delante de los reales las legiones para impedir toda súbita irrupción de la infantería contraria. Con el socorro de las legiones se aviva el coraje de los nuestros. Los enemigos, huyendo a todo huir, se atropellan unos a otros por la muchedumbre, y quédanse hacinados a las puertas, demasiado angostas. Tanto más los aguijan los Germanos hasta las fortificaciones. Hácese gran riza. Algunos, apeándose, tientan a saltar el foso y la cerca. César manda dar un avance a las legiones apostadas delante los reales. No es menor entonces la turbación de los Galos que dentro de las fortificaciones estaban. Cre yendo que venían derechos a ellos, todos se alarman. Azorados algunos, entran de tropel en la plaza.

Vercingetórix manda cerrar las puertas, porque no queden sin defensa los reales. Muertos muchos, y cogido buen número de caballos, Ios Germanos retíranse al campo.

LXXI. Vercingetórix, primero que los Romanos acabasen de atrincherarse, toma la resolución de despachar una noche toda la caballería, ordenándoles al partir: "Vaya cada cual a su patria, y fuerce para la guerra a todos los que tuvieren edad. Re-