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dieron muchas tropas de los partidos comarcanos, cuyo mando se dió a Camulogeno Aulerco, que, sin embargo de su edad muy avanzada, fué nombrado para este cargo por su singular inteligencia en el arte militar. Habiendo éste observado allí una laguna contigua que comunicaba con el río y servía de grande embarazo para la entrada en todo aquel recinto, púsose al borde, con la mira de atajar el paso a los nuestros.

LVIII. Labieno, al principio, valiéndose de las barracas movibles, tentaba cegar la laguna con zarzos y fagina y hacer camino. Mas después, vista la dificultad de la empresa, moviendo el campo a media noche, sin ruido, por la misma senda que había traído, llegó a Melun (1), ciudad de los Seneses, asentada en otra isla del Sena, bien así como París.

Cogidas aquí cincuenta barcas, trabadas prontamente unas con otras, y metidos en ellas los soldados, atónito de la novedad el poco vecindario, porque la mayor parte se había ido a la guerra, se apodera de la ciudad sin resistencia. Restaurado el puente, que los días atrás habían roto los enemigos, pasa el ejército y empieza río abajo a marchar a París. Los enemigos, sabiéndolo por los fugitivos de Melun, mandan quemar París y cortar sus puentes; y dejando la laguna, se acampan a las márgenes del río enfrente de París y los reales de Labieno.

LIX. Ya corrían voces de la retirada de César (1) Según otros, Meudon; el estado de los manuscritos dificulta la resolución de este problema.