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reales menores, estaban apostadas en lugar ventajoso. Las legiones, luego que pisaron el llano, se pusieron en orden de batalla contra el enemigo. Vercingetórix retiró de las faldas del monte los suyos dentro de las trincheras. Este día perecieron poco menos de setecientos hombres.

LII. Al siguiente, César, convocando a todos, reprendió la temeridad y desenfreno de los soldados, "que por su capricho resolvieron hasta dónde se había de avanzar o lo que se debía hacer, sin haber obedecido al toque de la retirada ni podido ser contenidos por los tribunos y legados". Púsoles delante "cuánto daño acarrea la mala situación, y su ejemplo mismo en Avarico, donde, sorprendido el enemigo sin caudillo y sin caballería, quiso antes renunciar a una victoria cierta que padecer en la re friega ningún menoscabo, por pequeño que fuese, por la fragura del sitio. Cuanto más admiraba su magnanimidad, que ni por la fortificación de los reales, ni por lo encumbrado del monte, ni por la fortaleza de la muralla se habían acobardado, tanto más desaprobaba su sobrada libertad y arrogancia en presumirse más próvidos que su general en la manera de vencer y dirigir las empresas; que él no apreciaba menos en un soldado la docilidad y obediencia que la valentía y grandeza de ánimo".

LIII. A esta amonestación, añadiendo, por último, para confortar a los soldados, "que no por eso se desanimasen ni atribuyesen al valor del enemigo la desgracia originada del mal sitio", firme en su resolución de partirse, movió el campo y ordenó las