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legión; obligan a lo mismo a los negociantes de la ciudad, y asaltándolos al improviso en el camino, los despojan de todos sus fardos; a los que resisten cercan día y noche, y muertos de ambas partes muchos, llaman en su ayuda mayor número de gente armada.

XLIII. En esto, viniéndoles la noticia de que toda su gente estaba en poder de César, corren a excusarse con Aristio, diciendo "que nada de esto se había hecho por autoridad pública"; mandan que se haga pesquisa de los bienes robados, confiscan los de Litavico y sus hermanos, y despachan embajadores a César en orden a disculparse; todo con el fin de recobrar a los suyos. Pero envueltos ya en la traición, y bien hallados con la ganancia del saqueo, en que interesaban muchos, y temerosos del castigo, tornan clandestinamente a mover especies de guerra y empeñar en ella con embajadas a las demás provincias. Lo cual, dado que César no lo ignoraba, todavía respondió con toda blandura a los enviados:

"Que no por la inconsideración y ligereza del vulgo formaba él mal concepto de la república, ni disminuiría un punto su benevolencia para con los Eduos." El, por su parte, temiendo mayores revoluciones de la Galia, para no ser cogido en medio por todos los nacionales, andaba discurriendo como retirarse de Gergovia y reunir todo el ejército, de suerte que su retirada, ocasionada del miedo de la rebelión, no tuviese visos de huída.

XLIV. Estando en estos pensamientos, presentósele ocasión, al parecer, de un buen lance. Porque