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horas de la noche para reposo al ejército, dió la vuelta a Gergovia. A la mitad casi del camino, unos caballos, despachados por Fabio, le traen la noticia "del peligro grande en que se han visto; los reales asaltados con todas las fuerzas del enemigo, que de continuo enviaba gente de refresco a la que se iba cansando, sin dejar respirar a los nuestros de la fatiga, precisados por lo espacioso de los reales a estar fijos todos cada uno en su puesto; ser muchos los heridos por tantas flechas y tantos dardos de todas suertes, bien que contra esto les habían servido mucho las baterías; que Fabio, a su partida, dejadas solas dos puertas, tapiaba las demás y añadía nuevos pertrechos al vallado, apercibiéndose para el asalto del día siguiente". En vista de esto, César, seguido con gran denuedo de los soldados, antes de rayar el sol llegó a los reales.

XLII. Tal era el estado de las cosas en Gergovia, cuando los Eduos, recibido el primer mensaje de Litavico, sin más ni más, instigados unos de la codicia, otros de la cólera y temeridad (vicio sobre todos connatural a esta gente, que cualquier hablilla cree como cosa cierta), meten a saco los bienes de los Romanos, dando a ellos la muerte o haciéndolos esclavos. Atiza el fuego Convictolitave, encendiendo más el furor del populacho para que, despeñado en la rebelión, se avergüence volver atrás. Hacen salir sobre seguro de Chalón (1) a Marco Aristio, tribuno de los soldados, que iba a juntarse con su (1) Cabillonum: Chalon-sur-Saône.