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voso, están afilando las espadas para degollarnos?

Por tanto, si somos hombres, vamos a vengar la muerte de tantos inocentes, y acabemos de una vez con esos asesinos." Señala con el dedo a los ciudadanos romanos que por mayor seguridad venían en su compañía. Quítales al punto gran cantidad de trigo y otros comestibles, y los mata cruelmente a fuerza de tormentos. Despacha mensajeros por todos los lugares de los Eduos, y los amotina con la misma patraña del degüello de los caballeros y grandes, incitándolos a que imiten su ejemplo en la venganza de sus injurias.

XXXIX. Venía entre los caballeros eduos (1), por llamamiento expreso de César, Eporedórix, joven nobilísimo y de alta jerarquía en su patria, y con él Viridomaro, de igual edad y valimiento, bien que de linaje inferior, a quien César, por recomendación de Diviciaco, de bajos principios había elevado a suma grandeza. Estos se disputaban la primacía, y en aquel pleito de la magistratura echaron el resto, uno por Convictolitave, otro por Coto. Eporedórix, sabida la trama de Litavico, casi a media noche se la descubre a César, rogándole no permita que su nación, por la mala conducta de aquellos mozos, se rebelase contra el pueblo romano, lo que infaliblemente sucedería si tantos millares de hombres llegasen a juntarse con los enemigos, pues ni los parientes descuidarían de su vida, ni la república podrá menospreciarla.

(1) Entiéndese de los que ya estaban incorporados con el ejército de César.