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a las trincheras, o sorprendían a los soldados ocupados en las maniobras; y cuanto subían nuestras torres sobre el terraplén que de día en día se iba levantando, otro tanto alzaban las suyas, trabando postes con postes; y contraminando nuestras minas, impedían a los minadores, ya con vigas tostadas y puntiagudas, ya con pez derretida, ya con cantos muy gruesos, el arrimarse a las murallas.

XXIII. La estructura de todas las de la Galia viene a ser ésta: Tiéndense en el suelo vigas de una pieza, derechas y pareadas, distantes entre sí dos pies, y se enlazan por dentro con otras al revés. Ilenos de fagina los huecos; la fachada es de gruesas piedras encajonadas. Colocado esto y hecho de todo un cuerpo, se levanta otro en la misma forma y distancia paralela, de modo que nunca se toquen las vigas, antes queden separadas por trechos iguales con la interposición de las piedras bien ajustadas. Así prosigue la fábrica hasta que tenga el muro competente altura. Este, por una parte, no es desagradable a la vista, por la variedad con que alternan vigas y piedras, unas y otras en línea recta paralela, sin perder el nivel; por otra parte, es de muchísimo provecho para la defensa de las plazas, por cuanto las piedras resisten al fuego, y la madera defiende de las baterías; que, como está por dentro asegurada con las vigas de una pieza por la mayor parte de cuarenta pies, ni se puede romper ni desunir.

XXIV. En medio de tantos embarazos, del frío y de las lluvias continuas, que duraron toda esta temporada, los soldados, a fuerza de incesante trabajo,