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balsas treinta millas más abajo del sitio donde estaba el puente cortado y la guarnición puesta por César, entran por las fronteras de los Eburones, cogen a muchos que huían descarriados, y juntamente grandes hatos de ganados, de que ellos son muy codiciosos. Cebados en la presa, prosiguen adelante, sin detenerse por lagunas ni por selvas, como gente criada en guerras y ladronicios. Preguntan a los cautivos dónde para César. Respondiéndoles que fué muy lejos, y con él todo su ejército, uno de los cautivos, "¿Para qué os cansáis, dice, en correr tras esta ruin y mezquina ganancia, pudiendo haceros riquísimos a poca costa? En tres horas podéis estar en Aduátuca, donde han almacenado los Romanos todas sus riquezas. La guarnición es tan corta, que ni aun a cubrir el muro alcanzan, ni hay uno que ose salir del cercado." Los Germanos, que esto supieron, ponen a recaudo la presa hecha, y vanse derechos al castillo, llevando a su consejero por guía.

XXXVI. Cicerón, que todos los días precedentes, según las órdenes de César, había contenido con el mayor cuidado a los soldados dentro de los reales, sin permitir que saliese de la fortaleza ni siquiera un furrier, el día séptimo, desconfiando que César cumpliese su palabra, por haber oído que se había alejado mucho, ni tener la menor noticia de su vuelta, picado al mismo tiempo de los dichos de algunos que calificaban su tesón con el nombre de asedio, pues no les era lícito dar fuera un paso; sin recelo de desgracia alguna, como que en espacio sólo de tres COMENTARIOS.-TOMO I.

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